Comunicación en crisis: controlar el discurso vs. manipular la narrativa6 min Lectura

La comunicación en crisis no es solo un desafío: es todo un arte que conlleva mucho de estrategia. Cada palabra, cada silencio y cada gesto público tienen un impacto directo sobre la imagen reputacional de la empresa. En Diez lo sabemos bien: una estrategia sólida puede contener una crisis, mientras que un mensaje mal gestionado la multiplica.

En este contexto, la pregunta crítica es: ¿cuál es la diferencia entre controlar el discurso y manipular la narrativa? Aunque parecen similares, ambos conceptos representan caminos opuestos. Controlar  fortalece la confianza y aporta coherencia a la comunicación corporativa; manipular erosiona la credibilidad y en el largo plazo, pasa la cuenta de cobro.

A continuación, exploraremos los riesgos de las estrategias de manipulación mediática y las mejores prácticas para mantener una estrategia de comunicación sólida en escenarios críticos.

Controlar el discurso: claridad y transparencia en medio del ruido

Controlar el discurso no significa imponer una versión conveniente, sino ordenar, contextualizar y transmitir lo que la empresa sabe con honestidad y oportunidad. En momentos de crisis, esta capacidad es esencial: las audiencias —clientes, colaboradores, medios e inversionistas— no esperan perfección, esperan certezas.

Un comunicado de crisis bien estructurado es una de las herramientas centrales para controlar la situación: 

  • No se trata solo de responder con agilidad, sino hacerlo de manera estratégica. 
  • Define con precisión qué se sabe, qué no y qué se está haciendo para resolver una problemática.
  • Reduce espacios a la especulación.
  • Transmite un mensaje claro y difícil de tergiversar.

La importancia de la coherencia en la comunicación corporativa

La coherencia es la base de cualquier estrategia de comunicación efectiva. No basta con tener un discurso oficial, todas las áreas de la empresa deben alinearse en torno al mismo mensaje. 

Las relaciones públicas tradicionales nos recuerdan que el control del discurso implica disciplina: formación de voceros, lineamientos claros y consistencia en todos los canales. La coherencia, al final, es la que transforma las palabras en confianza.

En Diez acompañamos a las empresas a preparar estos protocolos: desde el entrenamiento de voceros hasta la simulación de escenarios críticos. La clave no está solo en hablar, sino en transmitir un discurso coherente en todos los frentes.

Manipular la narrativa: la trampa que destruye credibilidad

Manipular equivale a distorsionar: exagerar logros, ocultar datos relevantes o desviar la atención hacia elementos secundarios. Puede dar la ilusión de control en el corto plazo, pero en la práctica abre la puerta a un escándalo mayor.

A corto plazo, estas tácticas de manipulación pueden parecer efectivas. Sin embargo, en la era digital ninguna narrativa falsa se sostiene: lo que se dice hoy puede ser contrastado en segundos por audiencias, periodistas o incluso colaboradores. Lo que se intenta ocultar termina amplificado y el costo para la reputación digital resulta ser mucho mayor que el de la crisis original. 

Consecuencias de la manipulación

  • Pérdida de credibilidad: cuando se detectan contradicciones, la confianza se rompe.
  • Amplificación de la crisis: lo que pudo resolverse con un mensaje claro se transforma en un escándalo mayor.
  • Efecto interno: los propios colaboradores perciben la falta de transparencia y se transforman en críticos.
  • Impacto financiero: la manipulación aumenta la volatilidad, alejando inversionistas y encareciendo el costo de financiamiento.

En otras palabras, manipular la narrativa no es una estrategia de comunicación, es un error que tarde o temprano cobra factura.

La delgada línea: dónde se cruza el límite.

La diferencia entre controlar y manipular está en la intención.

  • Controlar: ordenar, contexto y transmitir lo que se sabe con honestidad, contextualizar y comunicar con transparencia. Manipular: alterar, silenciar o inventar para moldear percepciones. 

La línea se cruza cuando un comunicado de crisis pasa de explicar a encubrir, cuando se busca ganar tiempo ocultando información en lugar de asumir responsabilidades, o cuando la prioridad es proteger la imagen inmediata, sacrificando la confianza a largo plazo.

El reto para las organizaciones es reconocer esa frontera y evitar cruzarla. Porque lo que hoy parece una “solución” puede convertirse en la causa de la próxima crisis.

Estrategias de RRPP que marcan la diferencia

Hoy, gestionar una crisis exige integrar la disciplina de las relaciones públicas tradicionales con la agilidad digital.

Asertividad y coherencia en las relaciones públicas tradicionales

La formación de voceros, manuales de crisis y guías de respuesta no son un formalismo: constituyen la base para comunicar con claridad y coherencia, sin evasivas ni contradicciones, en todos los niveles de la organización. La verdadera credibilidad se mide en la consistencia: cuando lo que dice un directivo coincide con lo que responde servicio al cliente.

La comunicación asertiva es una competencia esencial para cualquier vocero corporativo: transmitir mensajes claros, firmes y respetuosos, sin caer en evasivas ni agresividad. No se trata de un recurso accesorio, sino del pilar que ha sostenido las relaciones públicas tradicionales en entrevistas, ruedas de prensa o mensajes institucionales.

Una estrategia sólida comienza con la formación de voceros, la preparación de guías de respuesta y la creación de un manual de comunicación en crisis que alinee el discurso en todos los niveles de la organización.

Reputación digital: el nuevo tablero de juego 

La conversación ya no ocurre únicamente en medios tradicionales, sino también en redes sociales, foros y plataformas digitales. La reputación digital amplifica todo: lo bueno y lo malo. Un error de comunicación puede multiplicarse en minutos en redes sociales y escalar hasta convertirse en tendencia mundial.

Frente a este escenario, las estrategias de comunicación corporativa deben evolucionar y adaptarse a este nuevo tablero. No basta con emitir un comunicado, es necesario monitorear conversaciones en tiempo real, anticipar escenarios y gestionar mensajes de forma coherente en múltiples canales.

En Diez acompañamos a las marcas en este proceso, ayudándolas a leer el contexto digital y a responder con precisión en entornos donde cada segundo cuenta para proteger la reputación.

Buenas prácticas en comunicación de crisis

Una estrategia de comunicación de crisis efectiva se sostiene en principios que no son negociables:

  1. Velocidad con precisión: responder rápido, pero con datos verificados.
  2. Transparencia: recoinocer lo que se sabe y lo que aún no se conoce.
  3. Coherencia: alinear todos los canales y voceros bajo el mismo mensaje.
  4. Escucha activa: monitorear conversaciones en tiempo real para identificar preocupaciones reales.
  5. Aprendizaje: cada crisis deja lecciones que deben incorporarse a los protocolos.

La comunicación en crisis no se improvisa: se diseña, se entrena y se ejecuta con disciplina. En el terreno de la comunicación corporativa, controlar el discurso es una práctica legítima que aporta claridad, orden y confianza; manipular la narrativa, en cambio, es un atajo que tarde o temprano destruye credibilidad y multiplica los costos reputacionales.

La diferencia, aunque parezca sutil, define el destino de una empresa: la confianza se gana o se pierde en cuestión de horas. Por eso, la comunicación en crisis debe sostenerse en la transparencia, coherencia y asertividad. 

En Diez trabajamos con organizaciones que entienden que la preparación es la mejor defensa y que la transparencia no es solo un valor reputacional, sino un activo estratégico.

¿Tu organización está preparada para enfrentar una crisis sin sacrificar credibilidad?

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