Con frecuencia cuando explicamos que nuestra firma se llama Diez porque es el número de letras que tiene la palabra ‘reputación’, se interpreta que estamos dedicados principalmente al manejo de crisis reputacionales. Y en efecto se trata de una verdad a medias, porque esa es una faceta importante de nuestro quehacer.
Pero debemos tener presente que, en la gestión de la reputación corporativa, la prevención y la construcción son dos caras de la misma moneda. Dos trabajos que deben hacerse en paralelo, y de manera sistemática: anticipar riesgos y fortalecer la relación con los grupos de interés.
La forma clásica de explicarlo es con la analogía de una cuenta de ahorros: durante la época de ‘vacas gordas’ acumulamos capital reputacional, para que en los momentos de ‘vacas flacas’ –o crisis– tengamos de dónde tomar recursos. En ese orden de ideas, se entiende que las compañías que no tienen una estrategia u optan por un bajo perfil, y que por ende tienen un capital de reputación menor, serán más vulnerables a la hora de enfrentar una crisis.
Sin embargo, tampoco se trata de tener figuración alta y aleatoria. La razón por la que son dos caras de la misma moneda es porque al identificar los riesgos, es posible gestionarlos y de esta manera moldear la reputación para que soporte los momentos difíciles.
En la definición de una estrategia de reputación no sólo se debe hacer entrevistas, investigaciones o DOFAs, sino que se debe partir de un mapeo de los riesgos reputacionales. Pues solo si se tienen claras las vulnerabilidades, se podrán construir los cimientos futuros.
Es por eso que ambos procesos – prevención y construcción – deben trabajarse de manera simultánea. Esta debe ser incluso la forma de pensar para gestionar de manera eficiente la reputación